Dedicar poco tiempo a su atención y conceder caprichos son el estimulante perfecto para que un niño manifieste el llamado “síndrome del emperador”
El número de casos no deja de aumentar y cada vez a edades más tempranas, se llama “síndrome del emperador”, y define a los niños y adolescentes que abusan de sus padres sin la menor conciencia. La mamá suele ser la primera y principal víctima del pequeño tirano, que luego extenderá el maltrato a otros miembros de la familia, a no ser que se ponga remedio, según explicó el psicólogo José Antonio Ramadán al diario El País.
Según los expertos, hay diferentes factores que pueden coronar a un emperador en casa:
Poca dedicación de los padres. Con ello transmiten al pequeño el mensaje de que, pese a su soledad afectiva, es el centro del universo y los adultos están allí para satisfacer todas sus exigencias.
Falta de límites. Derivado muy a menudo de la primera causa, si los padres no dedican suficiente tiempo a la crianza delegando en terceras personas, tampoco tendrán tiempo para educar a su hijo en normas de conducta, con lo cual el rey de la casa sentirá que tiene total impunidad. Expertos aseguran que ningún niño nace siendo un tirano, sino que hay padres que no actúan como adultos educadores, ya que “hacen todo tipo de concesiones para no tener problemas y al final lo que generan es un problema”. Hemos perdido el principio de autoridad. ¡ Hemos querido ser amigos de nuestros hijos!”.
Ser hijo único. No tener hermanos no lleva necesariamente a convertirse en un mini dictador si los padres son conscientes de su función educativa, pero puede contribuir a que el niño se sienta un monarca solitario.
Fomentar el desarrollo de la inteligencia emocional y la conciencia. Para ello, los padres deben ayudar a sus hijos a reconocer sus emociones y las de los demás, incidiendo en la empatía e invitándoles a practicar actos altruistas para que vean su efecto en los demás.
Enseñarles a cultivar habilidades no violentas. En una casa en la que los adultos gritan y amenazan, difícilmente lograremos que los pequeños se comuniquen de forma tranquila. Los padres deben dar ejemplo y practicar con ellos el diálogo respetuoso y a saber escuchar.
Poner barreras claras. Los padres no deben tolerar la violencia ni el engaño. Estas son líneas rojas que el pequeño debe saber que no puede cruzar, por muchas estrategias que use para ponernos a prueba.
Los límites dan seguridad a los niños, que se sienten perdidos si no hay unas pautas de conducta en el hogar. Los padres necesitan tomar la autoridad y no ceder a los intentos del niño por salirse con la suya. La solución, está en explicar los límites y reforzar los aspectos positivos del pequeño. La claridad en esas barreras y, sobre todo, dedicarles nuestro tiempo les dará la seguridad para desarrollarse como personas autónomas y felices.
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