Está muy bien tener un pequeño tesoro de porcelana en tu vida, pero eso no significa que toda nuestra vajilla haya de ser antigua. Hay que renovarse o morir, y más hoy en día cuando la oferta ha crecido en diseños y texturas de forma notable.
Aunque todavía triunfa el plato clásico, se abren paso colecciones coloristas, exóticas o incluso de autor, que pueden combinarse entre sí. Ante tanta oferta, ¿te has planteado si es útil comprar una salsera? ¿Cambiarías un juego de café por uno de té? ¿El bowl es el nuevo plato hondo? ¿Cuántas piezas hemos de comprar? ¿Se lleva el minimalismo? ¿Y los platos de gran tamaño o de formas irregulares?
Aclaramos todas las dudas con expertos y delimitamos una diez errores que puedes cometer si quieres renovar tu vajilla.
- No adaptarla a ti.
Pensar que todavía vivimos en los tiempos en qué la vajilla formaba parte del ajuar de la novia es un gran error. Hoy en día ya ni siquiera tenemos grandes vitrinas en el salón para guardar la porcelana. Lo más lógico es comprar en función de nuestras necesidades vitales y el tamaño de nuestra casa. “Hemos de preguntarnos si vamos a utilizar soperas, platones de gran tamaño o incluso salseras, piezas que en la mayoría de hogares no se utilizan y que nos pueden ocupar mucho espacio.
Es importante calcular cuántos convinen en casa. ¿Qué sentido tiene una vajilla de 18 piezas si tu departamento tiene 60 metros cuadrados y tu mesa es de 4 sillas? Si solo son una pareja, no pasa nada por comprar menos piezas.
- Comprar demasiados platos hondos
El plato hondo está en desuso. ¿Lo habías pensado? No tienes más que fijarte en la cantidad de veces que utilizamos los extendidos (incluso para primeros platos) y cómo el hondo queda relegado a contener sopas, cremas o elaboraciones de cuchara, que no cocinamos cada día. La conclusión es lógica. No hay que excederse comprando platos hondos. El promedio más habitual es el de dos unidades de plano por cada una de hondo y de postre. Como esto lo saben muy bien los fabricantes, hoy podemos comprar piezas sueltas y hacernos nuestra vajilla a la carta. Y atención a los bowls, unas piezas que pueden sustituir a los platos hondos y aportar un toque moderno a tu hogar. Si eres práctico, el bowl igual te sirve para una sopa fría o una crema que para un desayuno con cereales.
- No ser fiel a tu gusto personal
Tu vajilla te acompaña en tu día a día, por tanto sería un gran error comprarla dejándote llevar por las tendencias o simplemente escoger una sencilla y clásica para que no pase de moda sin pararte a pensar si te gusta o si se adapta a tu estilo. Hoy en día existen múltiples posibilidades, y vale la pena dedicar un poco de tiempo a buscar tu vajilla ideal. Lo importante es sentirte a gusto con tus platos, disfrutarlos. Tu casa no es un museo, y es un sacrilegio tener una vajilla preciosa y no utilizarla por miedo a que se rompa. Lo único que conseguimos preservándola demasiado es que la hereden nuestros descendientes, que un día se nos haga trizas de forma accidental o que termine sus días en la lagunilla.
- Desconocer el ‘mix and match’
El mix and match (mezclar y combinar), un término habitual cuando hablamos de ropa y de look personal, es perfectamente trasladable al mundo de la vajilla. Puede dar mucho juego combinar elementos de distintas vajillas, la única condición es mezclar con sentido de la estética para conseguir una mesa bonita.
De todas formas, si eres una persona de gustos clásicos, nada impide que compres una vajilla completa, con su sopera incluida, de florecitas o totalmente blanca.
- No diferenciar entre porcelana, cerámica y loza
Aunque puede haber vajillas de muchos tipos, la porcelana, la cerámica y la loza son tres materiales muy comunes que conviene saber distinguir. La porcelana es la que da una apariencia más refinada a la vajilla por ser un material traslúcido. Aunque podemos encontrar diferentes calidades de porcelana según las mezclas y la cocción que se realice.
La cerámica tiene una apariencia más rústica y gruesa que la porcelana. Es habitual verlo en restaurantes, aunque cada vez se usa más a nivel doméstico. manera artesanal recubriendo sus platos de un esmalte vitrificado que permite escoger colores y garantiza que no haya porosidad, “algo que podría provocar incluso que se pudriera el alimento si lo dejas mucho tiempo en el plato”.
La loza es el material más básico de los tres. Tiene menos dureza y es más sencillo.
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Al elegir las tazas
Antes de lanzarnos a comprar tazas de café, los expertos aconsejan preguntarnos primero si realmente las necesitamos. Si la respuesta es afirmativa, la siguiente cuestión es delimitar si nos vale la pena comprar un juego completo, con cafetera y azucarera como marca la tradición. Tal vez, si somos pocos en casa, solo sea necesario conseguir un par de tazas con su plato (y alguna más por si tenemos invitados) del tipo y diseño que más nos agrade.
La oferta es muy amplia, y además no tiene porqué coincidir con el modelo de nuestra vajilla porque el café se sirve cuando ya hemos terminado de comer.
Por otra parte, si tenemos un espíritu juvenil, las tazas de diseño, aunque nunca serán tan elegantes como las refinadas tazas de café de toda la vida iempre son prácticas.
- Comprar platos muy grandes
Un diseño nos puede parecer precioso pero resultar muy poco útil. Por ejemplo, algunos platos grandes disponen de menos espacio para colocar la comida que otros más pequeños porque su ala es inmensa y el hueco central mínimo. Igualmente, si el ala sube de forma abrupta el emplatado puede resultarnos muy difícil.
El diámetro de un plato ideal es de 27 centímetros. Con más de 28 ya es complicado maniobrar con ellos porque en el lavavajillas se tocan en las filas, y con mayores medidas, es 31 ya es imposible que quepan.
Por otro lado, los platos de forma irregular también resultan poco funcionales. Los cuadrados estuvieron de moda y eran un problema para el lavavajillas, y para guardarlos.